TESTIGO IMPLICADO
TESTIGO IMPLICADO
I
La tarde es brillante,
la grama del estadio se nota algo mal cortada, pocos espectadores se vacilan el
juego que terminará en balazos y gritos. ¡A que no lo ponchas! ¡Papita, maní,
tostón!
Este perro Seco cree
que soy gafo, si me la lanza adentro se la voy a zampá por la barriga. ¡Vamos!
¡Vamos! Hasta que…!tamb! sonó el batazo, los jugadores vieron la pelota irse de
faul a las gradas. ¿Qué pasó? ¿Te cagaste Perro
Seco? –Dijo Antoni en tono irónico- al ver que el pícher agigantó sus ojos.
Fueron tres faul más,
hasta que en la cuarta ocasión, Antoni, la puso lejos en el center Field,
corriendo el triplete hasta la tercera base. Cani Graterol se muerde los dedos
de arrechera en el Center Field con ganas de reventar en el home al jodedor
Antoni, quien, días anteriores, sabíamos, había matado al pescador de dos
pepazos en el coco.
Pega la brisa
vespertina y al bate vino Daniel Martán.
-¡Strike uno! –Bueno,
vamos, vamos – animaba uno desde la tercera base-
Perro seco se nota algo
cansado en el montículo con ya seis entradas. –Vociferó Antoni desde la tercera
almohadilla, haciendo piticos y fintas buscando desconcentrar al pícher.
-¡Strike dos! Le
cantaron el segundo a Martán, quien se molestó consigo mismo. Pero, a la
tercera vez… ¡tamb! Sonó el batazo y la esférica voló rumbo al lado izquierdo
de los files, permitiendo que Antoni llegase sonriente al home para anotar la
quinta rayita a favor de los Tigres de Zardómeda Central. (T.Z.C), Antoni hizo morisquetas y los pocos muchachos le daban
muestras de reverencias con zumbidos, bambalinas y pitos improvisados. Aunque,
ninguno en el estadio, pudo pensar que cuando Antoni se quitó el casco, una
bala certera atravesó su frente dejándolo echado de bruces en el home con masa
encefálica expuesta.
¡Coñoelamadre! -Sonaron voces de estrepito en los files-
mientras entraron la pandilla de diez motorizados lanzando tiros al aire dentro
del estadio. Daniel Martán, se metió bajo las gradas, Cani Graterol
entró a la garita que usaban de vestuario cambiarse.
-¡Esto es pa’ que
aprendan a respetá! ¡Pa’ que aprendan a sé serios! –Manifestó el hombrecito de
tez pálida, endeble, con cierto dejo huidizo en sus ademanes. Llevaba un águila
tatuada en su hombro izquierdo. Siguió agitando su armamento y le metió siete
tiros más a Antoni que yacía occiso en la tierra como un colador traspasado de
balas.
Entonces, a mí, que ya
descanso entre las aguas, ni flores me traen, debo conformarme con andar
en las mentes de quienes me mataron, aquí soy un cero a la izquierda, soy solo
un nombre registrado en la jefatura civil desde que me presentaron hasta la
tarde que sellaron mi defunción. Hay que levantarse,
aquí solo puedo levitar, me gustan las aguas del rio, aquí todos duermen su
sueño rutinario donde solo queda evocar las máximas de Salomón. “Desnudo venimos y desnudo nos iremos”.
Los de afuera cometen el error de sentirse ofendidos porque sus hembras
voltearon a mirar u otro macho, entonces, el celoso le mete dos, tres, cuatro,
cinco y hasta diez balazos pa` que respeten y sean serios; como le dijo el
pálido ese a Antoni en el estadio cuando lo acribilló.
Después de la balacera,
se fueron todos a la casa de perro seco, quien les dio mi paradero la tarde que
me llevaron amordazado a orillas del rio y ocurrió lo que ya saben. ¡Qué
importa!
-Le viste el tatuaje? –Preguntó
Perro Seco-
-No, cómo carajo, si me
oculté junto a otro en las gradas. -Dijo Martán-
-Y tú, Cani, ¿lo viste?
-No, como carajo si
estaba metido en la garita.
-Tenía un águila
tatuada en su brazo izquierdo, parece de las águilas negras, de eso no tengo dudas muchachos –dijo Perro Seco
con énfasis- que vio el tatuaje del hombre que mató a Antoni en el estadio y se había echado en el montículo.
-Hay que andar con
cuidado, no vaya a ser que sigan otros, esa gente es arrecha –Dijo Daniel
Martán- en tono disuasivo y asustadizo.
Suena wisin y yandel en un equipo a volumen
medio, en la sala, la señora gloria, madre de perro seco, aconseja no andar
pagando por ahí boleta, porque las águilas negras son de temer, los dirige –Ercupido- les consigue municiones, fusiles R
15, mujeres y cedulas falsas a cambio de lealtad al jefe.
-¡Hay mi dios! ¡Hay!
¡Hay, que dolor! ¿Por qué? ¿Por qué me lo quitaste? -Las van a pagar- por esta cruz que llevo en
el pecho –lloraba la mamá de Antoni- en el velorio.
Entramos a la sala,
está silenciosa y son miradas que se cruzan sin cesar; huele a formol, huele a
muñeco, como dicen ahora a los muertos por ajuste o a quien se sabe, van a
matar. Antoni, le faltaba solo discutir la tesis para graduarse de economista,
y esta tarde, sus compañeros y amigas lo contemplan inerte a través del cristal
que separa la vida del aliento.
Trajeron fotos, cuadros
y dibujos hechos por la mano de Antoni, fotos enviadas de varios lugares
llegaron para atiborrar el féretro, cantaron temas favoritos del difunto: es un
secreto, no basta, dámela que tú la tienes y un sinfín de canciones impregnaron
aún con mayor llantos y sollozos la casa del finado, y su madre Josefa, no
cesaba de lanzar maldiciones y gritos de dolor contra los que ultimaron a su
hijo. Entre tantas conversaciones, el olor a flores y luces tenues, pude
filtrarme a escuchar. Levito, nadie me ve.
-No se sabe, pero,
sospechamos que es por la muerte del Pescador, ese chamo del águila tatuada en
su hombro, es hijo del Pescador y dicen que trabaja para la Banda Ercupido que
son candela en el alto llano- afirmaba con rigor Daniel Martán-. Habían
transcurrido horas y ya el formol empezaba a destilar y brotar desde el ataúd.
-Hay mijo lindo, no,
no, no…esto no puede estar pasando – lloraba Josefa sin saber los pasos
anteriores de su hijo- pero es un plañir cubierto de desdicha negándose ver a
su hijo de 21 años, salir metido en el
cajón para no verlo entrar jamás. Ya son las cinco de la tarde, dijo uno
allegado a la familia- levantando con otros la urna. La familia iba al frente,
mocos y pañuelos, abrazos culposos, y, más atrás, uno que otro soplón indagando
sobre el hecho mortífero, y a lo último, entró la pandilla de motos roncando,
música, reggaetón trancao con alto cilindraje dando volteretas regodeando el
ataúd. ¡Bom! ¡Bom! ¡Bom! Lanzaron
plomazos al aire, dando adioses y más adioses al parce Antoni, quien, como
dije, solo le faltó discutir su tesis para que el perro estatus le endilgase
motes señoriales de don o licenciado. ¡Mariqueras! ¡Chorradas! ¡Porqueriza!
¡Idioteces!
II
La familia, se llama el
conjunto de pandillas que sobre existen por medio de la extorsión y el
secuestro. Tienen tentáculos en altas esferas y dicen que masones patrocinan
algunas operaciones a cambio de seguridad, “la
vacuna” como saben muchachos; –decía Mirta Graterol- refiriéndose a la
nueva tendencia de protección humana. Abogados, comerciantes y terratenientes
buscan estos servicios para cuidar a sus familias.
“El
Pariche”, vino trajeado de frac negro, elegante, se bajó de
una camioneta negra con maletín en mano, entró al local donde se reúnen los que
hacen el trabajo sucio de toda la Honorata
Societá.
Es un bar clandestino,
en la entrada está un patizambo cuidando, franelas rojas, raqueteos al que
entre. Un afiche de Gardel pende al
frente de la sala, prenden incienso, la barra, larga y distendida genera la
impresión de un lugar apacible, tenue y a la vez, tenebroso por los que allí se
reúnen. Aquí, se toman decisiones peligrosas y no todos tienen acceso. Hablan
en códigos pre establecidos. Que si raíces, que si flores, árboles que se
cortan pero siguen las raíces y es igual sociedad formada. Pusieron Julio
Jaramillo: “Nuestro Juramento” sonó. Empezó el parloteo.
-¡Ustedes ya conocen
las reglas, muchachos! –Dijo el pariche encendiendo su pipa-
-¡Las cosas no andan
buenas que se digan pariche – Agregó perro seco bajando su cabeza-.
--¿Cómo van a andar? El
santo mayor está arrecho, los negocios tienen prioridad sobre cualquier asunto
personal. –Interpeló en tono huraño el pariche-
Yo les dije claramente
que al terminar el trabajo con el pescador no se dejaran ver, y nada más y nada
menos, los vieron los soplones de Ercupido que se meten en el monte a fumar
yerba por las tardes. Lo peor de todo –prosiguió pariche- es que uno de sus
afiliados anda molesto porque liquidamos al pescador Sádico. ¿No es así, perro
seco?
-Eso le pasa por comer
carne fresca, no lo olvides pariche. -Respondió perro seco-
Si, si, -replicó el
camorrista-, todos sabemos que ese pescador se acostaba con las carajitas
quinceañeras del barrio y que en una de esas se le fue la mano.-
¡Cómo se le ocurre! Mi
sobrinita tan solo de catorce años, -recordó el pariche- llegó a su casa, y al día
siguiente amaneció ensangrentada, el pescador le desfloró el ano.
–Continuaba lánguido el camorrista encargado del sector-. ¡Maldito pescador!
Lo que cagó el trance
fue la vieja que denunció la vaina- agregó Daniel Martán- tomando una copa de
ron.
-La mariguana es lo que
mueve este mundo- culminaba pertinaz el pariche – el árbol se cae a la mitad si
es muy grande, y pueden caer las ramas, -oíste perro seco- dirigió su mirada
belicosa hacia perro seco que cantaba nuestro juramento-. ¡Ponte las pilas que puedes
venir tú! Fue un dialogo rápido y conciso, el pariche salió del lugar. Al día
siguiente se fue a negociar con la otra familia. Yo, sigo divagando traspasando
paredes, gritando, sigo impotente, quizá aprendí a caminar por las aguas, quien
sabe.
-¿Quién es el Gabo?
–Preguntó el pariche con su habitual tono de mandón-¡Tráigamelo ya!- volvió a
insistir al llegar al lugar donde se reúne la gente de Ercupido.
Es un negocio de
jardinería. Siembran y venden especies de árboles pequeños para sembrarlos, queda
apartado por la carretera de Zardomeda, a pocos kilómetros del rio donde
ultimaron al pescador meses atrás. Guindan sobre telas metálicas, abonos,
sustratos, fertilizantes, estiércol acompañados de enormes ramificaciones de
hiedras y helechos bailando al viento. ¿Dónde está? ¿Dónde?
-Ya se lo traemos –
dijo un borrego cabizbajo-
Entró al sitio un
hombrecito diminuto, de tez pálida, portando un morral al hombro.
-¡Caballerito! ¡Vaya,
vaya, vaya!
-¿Es usted el gabo?
-Sí, correcto don
pariche- confirmó el hombre que se inclinó a besar la mano del camorrista-
¡Qué metida de pata!
Como que eres idiota, pendejo –le dijo el pariche- en tono regañón propinándole
un bofetón al desgraciado que ultimó a Antoni en el estadio.
-Imbécil- volvió a
darle otra cachetada- te dimos ordenes claras y precisas que era a perro seco a
quien ibas a liquidar, no a ese otro flacucho lameculo. ¡Plosh! Más bofetones.
Veía el asunto desde afuera. Se metieron en una habitación subterránea,
trajeron estiércol, navajas, espejos y gasolina.
-¿Recuerdas el código? Habla
pues –preguntó el camorrista-
-Patrón, es que, tengo
muchos problemas, se me olvidan las cosas y….
¡Cállate! ¡Cállate! Te lo voy a recordar. «Todo
hombre honorable que esté dotado de buen ojo, de buenos oídos, de buenas
piernas y que no tenga lengua». Así
reza el articulo primigenio de la familia, de la Santa, ¡coñoemadre! - Le dijo altisonante el pariche al endeble y
mísero apodado el Gabo-.
-¡Amárrenlo! –Claro que sí- confirmó un afiliado- para venir tundas en
el hígado, bofetones, patadas, agua caliente, latigazos, sal, mucha sal en
tobos de agua caliente para que arda la piel. Fueron horas en la misma tortura:
“la familia no permite errores” – le aseguró el pariche- y esto se paga con
sangre o la expulsión del asociado de la Honorata Societá. El pariche culminó
diciendo: «Márquenlo con un cuchillo, que coma estiércol, lo votan del local,
¡ah! Otra cosa, si me entero que hablas algo por ahí, yo mismo te sacaré las
tripas»
Como dije, estoy adentro, estoy afuera, y ya poco o nada importa la
razón, los lobos se disfrazan de ovejas en la puerta de la familia, cristo se
coge a la muerte y yo la vuelvo a parir en el rio, vivo desde algún tiempo en
las aguas, desconozco por qué en las tardes cuando salgo a dar un paseo y me
tropiezo con alguna vieja, se asusta y sale corriendo. En estos días vino un
cura mandado por la iglesia, lanzó agua bendita al cause donde me hallaron,
rezó padres nuestros y aves marías, yo le dije que me inventé mi propia
oración, y, ahora que recuerdo, la oración debe estar aprobada por la santa
iglesia donde van las familias a darse golpecitos de pecho. A mí no me importa
esa casucha de despojos removiendo sus llagas, sacralizando lo que está clavado
en un palo. Soy yo, somos dos, tened piedad de mí nosotros, mi sombrero de
pescador, mi arpón y mi viejo bote son mi padre nuestro de cada día. Nadie oye
mis plegarias.
José A. Morales (Vautrin)
15 de diciembre del 2014 / –El infierno-
esto sucede todos los dias, no hay autoridad que se pueda meter en asuntos de mafias y pandillaje...buena historia y crudas imagenes q dificlimente saldran de la cabeza, muy bueno
ResponderEliminar