AMORES SIN AMOR

Hasta que por fin Nebira tuvo que casarse, porque presurosa a los treinta, ya estaba asustada creyendo que podría quedarse sola. Encontró lo que muchas agradan. El denominador servicial, que sería incapaz de romper el sacramento matrimonial. En la cola del mercado, la turba del tugurio comprando, el marido, Desiderio, mientras cancelaba oyó un siseo y al percatarse solo atisbó un vago celaje de algún mirón. Sonaron ciertos murmullos al dar la espalda. Unos carajitos correteaban al relajo con su alborozo de gritas: “La bombera… la bombera”; coreaban los púberes. Nebira era maestra, se encargaba de organizar los eventos culturales, donde siempre salía airosa de elogios. El marido la adorada, aunque ella era un poco fría y equidistante. Venía de varios fracasos maritales, pero su molde griego era el único que Desiderio había palpado en sus cuarenta años; quien era un académico latoso, atiborrado de títulos y estudios en renombradas universidades. (Los preferidos por el tumulto)....