Los Hermanos Firibundos






Son un par de villanos que ejercen su vocación de petrolíferos. Uno es comunista y el otro capitalista socialdemócrata. El vozarrón de uno, es el ultimátum cuando van a parrandear. Pero el menor, que es altanero, prepotente, arrogante y ofensivo, siempre termina zarandeado por el otro de mayor compostura. Laboran en pozos petroleros y su sueldo es suficiente para viajar a Londres cada quince días. Uno llevó a la aldea la escuela ideológica de formación revolucionaria; el otro, trajo un prolicor, con ofertas a domicilio a los hatos donde se formaban los nuevos luchadores. Los aldeanos admiraban y respetaban al fundador de la escuela.

  El comunista está locamente enamorado de una campesina, muy a su pesar de hombre académico que mora en la distancia, quiere emparentarse con la india. Aunque ella, solo desea emigrar a la ciudad en miras de cambiar su apestosa región. Por el otro costado, el libertino frecuenta los burdeles y lo han visto salir de hoteles con las maestras de la escuela revolucionaria.


  Una noche se encuentran celebrando alguna efemérides. El  libertino ofrece tambores de caña a la comunidad. Pero se consigue con que el hermano le niega el permiso público para festejar con sus rameras y mucho menos en un día de júbilo nacional. La india se va con el libertino y el otro se percata del asunto. De pronto, extrañas huestes de gendarmes frecuentan el poblado, y la campesina andaba acostándose con el libertino.

 La mañana siguiente los hermanos Furibundos visitaban a su mamá, y como era fecha decembrina ambos estaban ebrios. Uno estaba triste y despechado porque su querida se marchó con el hermano, y entre el lloriqueo se lanza el libertino a ofender al tonto y le gritaba: -esa bicha no te va a querer nunca imbécil-.

 Presumimos, que una extraña fuerza omnisciente metió su mano el día que tocaban la puerta casa de la señora fruto, madre de los hermanos Furibundos, para ver una pequeña cajuela enmohecida que dejaron en la puerta. Al abrirla, cayó desmallada la vieja, cuando miró la cabeza del libertino, cuyas gotas de sangre hicieron infartar a la madre.  

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