PLAÑIDERAS





Estaban solo cuatro personas en el velorio. Sonaban los teléfonos en la funeraria. Lo velaron a tapa cerrada. Habían hallado la osamenta en un apartado campo por los alrededores de Zardomeda. El agente Walker, preguntó al jovenzuelo que si sabía algo al respecto. – Nooo, lléveselos y haga una sopa con ellos pa' que  pases el ratón.- Replicó el aldeano llamado Jacinto. –Brincó como una pantera el oficial para zarandearlo a puño limpio.-

  De pronto, un grupo de mujeres altas y de porte elegante, arribaron a la sala mortuoria. Con primor de lloronas, se echaron de bruces al ataúd. De la nada un gentilicio increpó el aposento. Eran gritos litúrgicos que enarbolaban los pocos dolientes. Recuerdo que leí la crónica del periódico. “-UNA SOPA  CON SUS HUESOS”.- Me pareció sospechoso que las mujeres lloronas miraban presurosamente su reloj.

¿Adonde se puede ir cuando el sol se burla de nosotros quitándonos un ser adorado?

 Una de las plañideras, asomó de pronto sus ojos, y pude vislumbrar su mórbida risa oculta en su atuendo.  Hablé con una de ellas. A pesar del ropaje, pareció una hembra muy hermosa. Me dijo que estaba trabajando y que otro día hablábamos mejor. Me dejó su tarjeta de contacto y su mail. Se llamaba María del Rosario. Al rato, como un vendaval, fueron esfumándose una a una,  esas damas que rodeaban el féretro. Se iban a la oficina administrativa de la funeraria y luego salían cambiadas de indumentaria.

Días posteriores, estaba en una tasca mortecina, donde pendía un nido de putas ante mis pies. Acababa de cobrar el billete de la pensión. Estaba borracho y una mujer se me acercó pero le mande un silletazo cuando me trajo un chisme que no le pedí. Le dije a una ramera: mi amor, eres la sílfide más hermosa que anda por estos parajes de hormigón. La zarrapastrosa mujerzuela solo atinó a propinarme una estruendosa cachetada. Pero allí divisé a María del Rosario, vestida muy sexy.

  Después de tener sexo con ella, me apuró alegando que la estaban esperando en su otro trabajo de la funeraria.

Lancé un grito: - ¿Qué pasará cuando lancen la última bomba y hasta los dioses queden desempleados? 


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